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Entrevista. Luisa Fuentes Guaza.

La desjerarquización, desmantelar que lo que tiene valor es todo aquello que genera capitales acumulables en el macho-mundo, nos ayudaría a dotar de potencia epistémica todo lo propio al sostén de la vida de cuerpos dependientes.

 

Investigadora independiente sobre feminismos, reproducción social y prácticas cuturales. Fundadora de www.futuridadematernales.net

 

Yo era una especialista en arte centroamericano, hasta que en 2013 tengo a mi primera hija. Ahí tengo un quiebro interno muy fuerte, en el mundo del arte y de la curaduria me siento en una orfandad muy grande, tanto a nivel económico, como de red, de comunidad. Entonces lo que hago es utilizar todas las herramientas que había adquirido sobre investigación, escritura, a partir de mi trabajo sobre Centroamérica y volcarlas en la investigación sobre feminismos y reproducción social. Este es el lugar desde el que yo pienso la estructura que nos rodea, tanto la estructura que sostiene las maternidades, tanto como lo que sucede con los psico-cuerpos que sostienen las maternidades, u otros cuerpos que no tienen esa vinculación consanguínea con la criatura, pero que también forman parte de esa estructura de crianza. 

 

Por otro lado, yo estudié derecho, hice un máster en propiedad intelectual y trabajé durante una temporada en el grupo PRISA. Este trabajo previo tiene mucho sentido en el mundo en el que yo estoy ahora. No podría abordar los feminismos como lo abordo sin esta parte jurídica. Me ofrece una mirada sistémica, de cómo está organizado el sistema. Mientras que el mundo del arte contemporáneo te permite reflexionar muy por fuera de esas áreas delimitadas, frente a la rigidez de lo académico que mata la energía propia de un pensamiento que es urgente. Porque las nuevas luchas reproductivas, son una urgencia que está silenciada. Es una urgencia que hemos asumido, de manera socio-histórica, las mujeres, el cuerpo-histórico-mujer, de manera mayoritaria. Aunque ahora, a nivel generacional, se han incorporado otras identidades de una manera activa, consciente y continua. Pero es una urgencia en la medida en que es una herida socio-histórica que viene de muy atrás y que no está resuelta. La inercia del sistema es que siendo cuerpo-histórico-mujer, o un cuerpo con una identidad devaluada cara al macho-sistema, te coloques en un sitio de pérdida para asumir esa crianza y renuncies a la posibilidad de tener una existencia política, una existencia teórica, de movilización, activista, económica. Yo soy de las que cree que hay que negociar con el capital, que entiende que el sistema de trabajo es una dictadura, pero que a nivel estratégico tenemos que ir planeando escenarios. Un primer escenario sería empezar a negociar con el capital que el Estado le debe dinero a las crianzas. Esto se traduce en que necesitamos prestaciones por criatura a cargo universales no sujetas a renta, ya! cómo hay en media Europa. Pero puede ser que la estrategia siguiente de emancipación que desarrollemos sea desmontar la cultura falo-salarial. Desmontemos este sistema que lo único que hace es reproducir extractivismos. Pero yo si que creo que deberíamos de plantear una estrategia urgente de exigir al Estado una remuneración mínima por el trabajo que hacemos que socio-históricamente es un trabajo silenciado, relegado, devaluado, etc. Cuando es el trabajo que sostiene a las fuerzas futuras y cuando es el trabajo que va a sostener la continuidad del sistema.

 

No todas somos antinatalistas. Yo soy anti-especista y si que creo en desmontar toda la lógica androcéntrica y desmontar cualquier lógica de dominación de unos cuerpos sobre otros. Pero si que creo que las fuerzas reproductivas van a seguir sucediendo, porque forman parte de unos empujes inconscientes, porque forman parte de las profundidades de la psique, por permanecer en la vida, por continuar la vida y por continuar las fuerzas vivas.  

 

¿Qué es el Centro Hacedor de Futuridades Maternales y por qué lo pones en marcha?

Ahora en abril hace 5 años que nació el Centro Hacedor de Futuridades Maternales, en 2019. Nace porque yo llevo unos años desarrollando una serie de conversaciones con académicas, activistas, pensadoras, relacionadas con la reproducción social. Con el objetivo de poder entender mi propia vivencia materna, para poder entender lo que me esta atravesando y para poder desmantelar lo que hace el macho-sistema de la responsabilidad individual. Que no es que te lo hayas montado mal, no, es que hay un sistema que está mal montado y que cuando asumes la crianza te devalúa. Empiezo a ver una articulación muy potente hablando con otras colegas y entiendo que tenemos que volcar toda esta articulación en una plataforma pública. También para poder salir del corsé de lo académico, que muchas veces se queda ahí, en una propuesta para un congreso, donde te escuchan cinco, si les interesa para su propia producción. Yo en futuridades lo que hago es ir volcando todo lo que estamos armando, las conversaciones, las problemáticas, proyectos que están haciendo otras colegas, que abrimos un espacio para reflexionar sobre el proyecto, propias problemáticas que yo voy planteando sobre.. obligatoriedades psico-afectivas, sobre favores sexuales, etc. Todas las problemáticas de las que vamos hablando, en esta dinámica de los feminismos que no son solo pensamiento político, ni artístico, ni jurídico, sino que es una movilización de capas de pensamiento que se van entrelazando y ensamblando para generar un cambio social. Lo interesante es que sirve tanto el pensamiento artístico, las prácticas artísticas, como mis alianzas con Paloma Calle que presentó en futuridades los ejercicios 1 y 2 de su serie gravedad, y yo hago una reflexión sobre eso. Pero luego, lo de Paloma Calle me lo llevo a comentarlo con una psicóloga perinatal. Lo que me interesa del Centro es que , aunque yo parto del pensamiento jurídico y artístico o el pensamiento de investigación curatorial, me interesa mucho que trascendamos esos cajones estancos para que vayamos generando un pensamiento político de movilización real, efectivo. Una cosa muy bestia que me ha dado la maternidad es que sólo hago cosas que sienta que sirven para algo, pongo mis fuerzas en lo que yo creo que la canalización de fuerzas que estamos haciendo va a poder tener una utilidad. No me interesa la endogamía teórica o académica, ni la falo-acumulación de capital simbólico para una. 

 

Hay unas pautas del turbo-capitalismo que establece que es lo que tienes que hacer para acumular capital y para poder posicionarte tu también como marca. Eso sucede mucho en el mundo del arte, donde hay una capitalización del trabajo como marca, hay una trama muy potente y yo decidí que no quería participar en eso. No quería naturalizar el utilitarismo brutal de la industria del arte donde todo te tiene que servir para algo, para acumulación de capitales. 

 

En futuridades maternales he querido establecer esas alianzas entre lenguajes distintos: el jurídico (por ejemplo nuestro trabajo con abogadas para desmontar la estructura del pater familia dentro del código civil) , la práctica artística, la teórica feminista, la de psiquiatria y psicologia pernatal, que para mi es muy importante, la arquitectónica, etc. Hemos ido abriendo líneas que son infinitas. 

 

Una de tus líneas de trabajo es la investigación sobre cómo las fuerzas reproductivas pueden convertirse en fuerzas emancipatorias. ¿Podrías señalar algunas de esas posibilidades?

Es algo que sostenemos día a día en cuanto que las fuerzas reproductivas, a un alto porcentaje de los cuerpos sostenedores y es que, al ser expulsada del sistema, lo que te permiten las fuerzas reproductivas es que puedas ser una observadora privilegiada del sistema extractivista que has naturalizado previamente. Yo, por ejemplo, de lo que me dí cuenta era de que había sido una niña buena, que había estudiado derecho y que me había macho-adaptado a unas lógicas que me correspondían por género, clase, raza,  y había naturalizado unas lógicas y unas dinámicas y en esa naturalización, quién era yo estaba arrinconado en una esquinita de mi ser. La posibilidad emancipadora que me dió el despliegue de mi fuerza reproductiva fue que al ser expulsada de los procesos de macho-adaptación porque no quiero asumir un proceso de crianza como dicta el turbo-capitalismo, sino que me paro y me quiero quedar con mi criatura y quiero entender qué es lo que está pasando y me voy a vivir al pueblo de mi abuela, una aldea de 1000 habitantes en Murcia, y poder entender qué está sucediendo, todo ese proceso, me expulsa de esas lógicas de macho-adaptación. Yo pensaba que era una mujer emancipada, pero cuando sostengo a Camila, en ese quiebro interno, me doy cuenta de que el hecho de poder sostener a una criatura que depende de mi cuerpo para su continuidad, me permite la reflexión de cómo se organiza la vida cuando no estás dentro de esa estructura de macho-adaptación. Si no produces, dónde te coloca el sistema? Pero si no produces, dentro de qué lógica? Traer a una persona al mundo que en el futuro va a ser quien te va a operar a ti el aneurisma que te va a dar cuando tengas 90 años… 

 

La construcción que hay en lo público, en lo político… el imaginario de las fuerzas reproductivas, no es una construcción emancipadora, sino que es de sometimiento absoluto y de pérdida. Es normal que las feministas de la igualdad digan “olvidaros de lo reproductivo, al trabajo”. Para que las fuerzas productivas sean fuerzas emancipadoras es necesario hacer un trabajo continuo para articular esa emancipación. De articular que criar puede llevarte a la emancipación. Pero esto es un proceso que tenemos que estamos haciendo ahora, a nivel generacional, a nivel sistémico, desde la explosión de ese 8M en Chile, que lo llamamos la mutación-genética-feminista en 2020, con 2 millones de personas en la calle. Ese proceso de articulación para que las fuerzas productivas sean emancipadoras es una práctica diaria que tenemos que ir sosteniendo para desactivar lo que se ha ido sosteniendo como fuerzas reproductivas devaluadas y nosotras poder construir y vivenciar políticamente que sostener puede ser una práctica emancipadora. Lo que está construido a hierro, que le interesó a la dictadura, fue la confiscación total de las fuerzas reproductivas. El Estado-Nación franquista confisca, crea una construcción identitaria de madre totalmente psico-esclava, sometida a la estructura del pater, que tiene que tener muchas criaturas. Es lo que llamamos mano de obra reproductiva. Ahí las fuerzas reproductivas están canalizadas para seguir reproduciendo esa lógica franquista de generar cuerpos, más cuerpos, que sostengan al Estado Nación franquista. En la dictadura, la construcción de madre, por eso pesa tanto y duele tanto, es una construcción donde se asume ser psico-esclava doméstica, sexual, económica, afectiva, etc. La mayoría de nuestras abuelas lo fueron, de una manera totalmente naturalizada. 

 

Para que hoy día podamos vivenciar las fuerzas reproductivas como fuerzas emancipadoras, tenemos que desmontar todas esas reliquias fascistas que hay en la psique. En el momento en el que empiezas a sostener a una criatura, empiezas a negociar con un montón de límites, con un montón de memorias acumuladas del imaginario colectivo, miedos…. que tienen que ver con esa construcción que ha habido de las fuerzas reproductivas como fuerzas confiscadas por la dictadura. 

 

¿Crees que las instituciones culturales están en condiciones de fomentar esas fuerzas emancipadoras? ¿qué pasos deberían de dar?

Lo que propongo, a partir del proyecto “Revelar lo inasumible. Lo reproductivo como devaluación” del Museo Reina Sofía, es que en el pacto social hay una naturaleza asumida de la devaluación de todo lo que tiene que ver con sostener a personas dependientes. Todo lo que tiene que ver con cuerpos dependientes tiene una devaluación sistémica. Esta devaluación parte de que la organización social está estructurada a partir de una obediencia soterrada (que ya no es velada, porque en el código civil sigue apareciendo el pater familias como sinónimo de equidad, justicia y buen hacer) al pater familias. Esta estructura que forma parte del pacto social se vuelca y se reproduce dentro de la institución cultural. Dentro de la institución vemos que todo lo que tiene que ver con educación, escuelas, con mayores, diversidades… tienen un lugar anecdótico o super utilitarista para efecto mediático. Pero en realidad quienes mandan son los departamentos que generan capital, que son publicaciones, exposiciones y pensamiento. Un pensamiento que es macho-pensamiento, que esta dentro de la lógica de acumulación académica. El área de educación que se vive un poco como la cocina del museo es tratada de igual manera que se trata el espacio doméstico: en el pacto social es un espacio que está exento de responsabilidad pública. Es decir, en el espacio doméstico hasta hace muy poco, tu podías tener en regimen de semi-esclavitud a una trabajadora doméstica procedente de Tegucigalpa. Hasta septiembre de 2022 no se aprueba la última ley de trabajo doméstico que regula muchos de estos elementos. En revelar lo inasumible, lo que yo propongo es que la institución cultural tienen que hacer un proceso de auto-indagación para identificar dónde pone la legitimidad y cuáles son los departamentos a los que se les presta fuerzas y dinero (que son los departamentos de fácil traducción dentro de las lógicas del sistema capitalista). Qué pasa con educación, qué pasa con los cuerpos que cuidan de otros cuerpos, con las escuelas, con la diversidad, con las personas que están en las cárceles, con lo no reproductivo…. Todo ese contacto y esa interlocución con esa tipología de identidades, la recoge el departamento de educación. Mi propuesta comienza por intentar entender dónde y por qué se están colocando los capitales. Una institución pública, que tiene que ser una institución productora de pensamiento crítico y productora de generar alternativas a este sistema extractivista, sala de esas inercias. 

 

Claro, eso supondría revertir todo un sistema de lógicas, porque la administración también debería de ser un sitio que cuide. Como dice Santiago Alba Rico en Ser o no ser un cuerpo, hemos asumido que la administración es esa cosa que decide por mí, que no tiene nada que ver conmigo, cuando debería de ser todo lo contrario. Debería de ser un sitio que te cuida, donde te sientes acogida, un sitio que es cercano.

 

Si, debería de ser un sitio que al estar sostenido por dinero público, que tiene una función de amortiguador social, debería de no obedecer a las mismas lógicas que una empresa al uso, que toma decisiones en función de que pueda seguir acumulando capitales.

 

¿Qué lugar juega en esa transformación el considerar la economía de la pérdida?

Es un concepto que articula Maite Garbayo (referencia) que señala que, a partir de su experiencia, cuando se convierte en un cuerpo materno, se halla en un lugar continuo de pérdida. De pérdida política, cultural, intelectual, física, económica. Es una pérdida que parece no tener fin. A la vez es una sensación de pérdida que negocia con una cantidad de trabajo descomunal que tienes que ir asumiendo. Son direcciones antagónicas, entro en una deriva de pérdida y a la vez estoy remando y remando, mucho más que antes de estar en la crianza. 

 

Pensar desde la economía de la pérdida nos puede dar la pista de todo lo que se va quedando por el camino una vez que asumes la crianza. La vivencia de la economía de pérdida, de cuando empiezas a sostener y empiezas a perder,… como si unas fuerzas te empujaran hacia atrás, mientras que haces mucho esfuerzo, mucho más del que hacías antes. Es una pista interesante para que la institución pueda ver todo lo que ese cuerpo empieza a perder y que dicha institución tendría que activar la imaginación política para que esa pérdida no se active de manera descabellada. Según el INE, en 2019, el 40% de los cuerpos maternos, de los cuerpos sostenedores, van a desarrollar un trastorno mental medicalizado. Esto es una urgencia social. Es necesario resolver esta emergencia histórica sobre el cuerpo de las mujeres. Es necesario resolver el extractivismo que hay sobre las mujeres desde hace siglos. Tenemos que ver, hoy, cuales son las medidas políticas para que podamos vivenciar criar sin entrar en esclavitudes, pobrezas o enfermedades. Se está haciendo una investigación en el campo de la psiquiatría perinatal, que dice que durante la primera crianza, los primeros siete años se activan enfermedades autoinmunes, procesos oncológicos, además de los trastornos elementales. Tenemos que estar sanas, sostenidas y remuneradas. Pero que pasa, que como lo llevamos haciendo desde hace siglos, mis abuelas, por ejemplo han sido esclavas psico-afectivas,sexuales y domésticas, no es urgente?  Tenemos que resolver por qué entrar a ser un cuerpo materno empieza a generar una economía de la pérdida y nuevas pobrezas.

 

Todo esto por exigir el presente, sin hablar de la reparación

Esta cuestión de la restauración es fundamental. Además, existe todo un proceso de domesticación para desactivar a las identidades devaluadas en cuanto a la exigencia de reparación. No nos podemos enfadar, no podemos gritar, no podemos molestar… Asumes el daño, lo tienes que asumir en silencio y la reparación la tienes que exigir en los canales del macho-mundo, en la casa del amo como diría Audre Lorde. 

 

Habitualmente se piensa la crianza, el cuidado, la maternidad como la interrupción de la carrera artística, como un problema. Pareciera que creatividad y cuidados están absolutamente desvinculados. Tu planteas que existen modos de hacer conformados a través de “prácticas maternas no macho adaptadas” que pueden convertirse en fuentes de creación epistémicas o que las maternidades dislocan. ¿Qué alteración pueden suponer respecto a esa fisura entre creación artística y cuidado?

Cuando hablo de procesos de macho-adaptación me refiero a procesos identitarios sujetos a exigencias productivistas o utilitarias basada en la legitimidad de extractivismo de las fuerzas vitales de unos cuerpos sobre otro si con ello se sigue reproduciendo la acumulación de capitales (económicos, socioculturales, políticos, logítico-matérico-alimenticios, psico-afectivos, afectivo-sexuales, etc.) basados en la performatividad de auto-asimilarse desde un cuerpo-universal-blanco-moderno que no enferma, ni va a enfermar. Este cuerpo tampoco vive en red de interdependencia respecto a otros cuerpos ni se asimila como cuerpo finito que va a morir, como cuerpo responsable de generar condiciones vivibles a cuerpos descendientes o cuerpos necesitados de cuidados para su desarrollo digno en el plantea Tierra, desde ejes no-consanguíneos. Es una ficción identitaria que niega la legitimad política a través de estrategias de devaluación epidémica como parte de las exclusiones generadas por la macho-episteme de los psico-bio-procesos o corpo-afectaciones, y procesos de psico-bio-tránsito, que atraviesan a los cuerpos que asumen los procesos reproductivos como cuerpos menstruantes.

 

Asimilarnos fuera de las macho-adaptaciones en las que hemos sido socializadas supondría poder dejar de organizar la vida -y las distintas prácticas vitales que la integran- fuera de la polarización, del binarismo simplista, que hemos asumido como “natural” de trabajos reproductivos o de sostén de la vida versus trabajos productivos (que generan capitales a ojos del macho-mundo, ya que este niega como capitales todo lo que tiene que ver con el sostén de las vidas, y con el despligue de las fuerzas vivas), cuando esta separación es el resultado de una acumulación socio-histórica desde las lógicas del macho-cuerpo, desde una lógica excluyente. No desde un pacto-social fruto de las decisiones, deseos, horizontes, práscticas y expectativas del “Cuerpo-histórico-mujer” (entendido este como un constructo identitario a partir de unas asignaciones/atribuciones devaluadas históricamente desde la división sexual del trabajo sujeto a la negación de identidades diversas, potencias y posibilidades de los cuerpos distintos al falo-cuerpo o cuerpo-comunidad masculino que induce a la pérdida de poder neuro-físico y político y a la obligatoriedad naturalizada de los trabajos de cuidado hacia otros cuerpos).

 

Mi propuesta es articular un proceso vital, una manera de habitar nuestro tránsito por este planeta, que incluya lo productivo, y el sotén de la vida en un mismo nivel de prioridad, saliendo de las narraciones del feminismo de la igualdad, pero unas nuevas lógicas que desjerarquicen la organización que tenemos ahora, donde todo lo que tiene que ver con la vida, el sostén de la vida, y el sotén de cuerpos dependidentes a nuestros cuerpos, habite en un lugar devaluado, negada, excluído, y según el INE, en un 84% asumido por el cuerpo-histórico-mujer en condiciones de psico-esclavitudes y pobrezas contemporáneas.

 

La desjerarquización, desmantelar que lo que tiene valor es todo aquello que genera capitales acumulable en el macho-mundo, nos ayudaría a dotar de potencia epistémica todo lo propio al sostén de la vida de cuerpos dependientes. Tenemos pendiente un ejercicio de cambio de paradigma de lo que significa soster la vida en condiciones vivibles o condiciones dignas, porque ahora vivimos todavía dentro de un aparateje psíquico desde una profunda coloniación interna reforzada durante el franquismo, donde hemos naturalizado que soster la vida es sinónimo de encierro, exclusión o nuevas pobrezas. Tenemos que aspirar a reorganizar articular nuevas tramas dentro del psico-pacto-social, del cuerpo-social de una manera mucho más radical de lo que estamos haciendo, y poder decirle al macho-mundo cuales son realmente nuestras prioridades, como sujetos políticos que devenimos de un anclaje como identidades devaluadas siendo cuerpo-histórico-mujer.

 

¿Podrías hablarnos de algunas prácticas artísticas concretas en las que esa reconsideración de las fuerzas reproductivas se esté planteando de un modo especialmente relevante?

La artista y docente, Natalia Iguiñiz (Lima, 1973) -colega, amiga y compañera de luchas- está generando desde hace más de 20 años un nuevo-materno-imaginario (lo que ya decía Luce Irigaray en los setenta para salir de la trama falogo-céntrica) donde resignifica el proceso de soster, criar a sus wawas, todo lo propio a lo materno: desde la legitimación de las fuerzas reproductivas como fuerzas emancipadoras, como fuerzas que te permiten desarmar los procesos de  macho-adaptación, y salir de todo el proceso de domesticación en el que hemos sido formateadas como cuerpo-mujer. 

 

Iguiñiz venía ya con un acumulado de reflexión y práctica artística sobre unos ejes y problemáticas que no interesaban en los circuitos del arte contemporáneo. No tenía espacio como episteme legítima pero insistió. La cosa estaba más en seguir o adaptarte a los macho-discursos conceptualistas a todo tren, y en ese pensar desde/para un cuerpo universal, neutro, ficticio que no cuida de nada ni de nadie. Que vive como cuerpo que no va a morir. Ni enfermar. Como un cuerpo que no se tiene que responsabilizar de generara condiciones vivibles para otros cuerpos, y mucho menos asumir la responsabilidad de cuerpos dependientes al suyo. Iguiñiz se paró e insistió. Comenzó a generar un lenguaje sobre todo lo que iba atravesando su cuerpo materno. Todo lo que el proceso de maternal le estaba revelando. Entendió que el cuerpo materno era un síntoma de un sistema opresor que le da una vuelta de tuerca a la jaula normativa una ver aparecía la maternidad. La recrudecía. Confirmó que lo de transformarte en un cuerpo -como puerta de entrada en el planeta Tierra de otros cuerpos- te metía en la cavernas de este macho-blanco-hetero-patersistema. En especial recomiendo de su práctica la serie La Otra (2001) o “Pequeñas historias de maternidad 1, 2 y 3 (2005/2015).

 

En el seminario “Nuevas luchas reproductivas. Tramas para el desprendimiento de extractivismos vitales normalizados” (abril, 2023) donde se cruzaba el trabajo de Paloma Calle (Madrid), Natalia Iguiñiz (Lima) y Futuridades Maternales (Madrid), dentro del ciclo “Cartografías del Arte Contemporáneo”, producido por el Aula de Pensamiento Artístico Contemporáneo de la Universidad de la Laguna con el patrocinio del Cabildo de Tenerife, también planteábamos cómo las fuerzas reproductivas, a cada una desde una experiencia situada, había movilizado todo un proceso de recolocación interna, y de asimilación de todas las cadenas normativas que nos habíamos tragado, naturalizado, como si fuesen parte de algo identitario, hasta de algo deseable (esto lo tienen mucho los macho-procesos que hay generado toda una psico-estructura del deseo colonizado, donde ya no sabes ni qué deseas ni por qué).

 

Otras prácticas artísticas que recomiendo son los ejercicios de vídeo de Laura Fong  Prosper, Mater (2020) o Vida (2020) en colaboración con Ela Spalding o la maravillosa pieza “Guardianas del agua” (2023). Aquí las fuerzas repructivas plantean preguntas, que podemos insertar dentro de los hidrofeminismos, tales como: ¿Se puede politizar y entrelazar la sangre, leche de animales-humanos y animales no-humanos, aguas intracelulares, líquidos embrióticos, flujos menstruantes, acuaciones, eyaculaciones, flujos vaginales, agua, lava y savia (fluido o líquido transportado por los tejidos de conducción de las plantas)? ¿El extractivismo sobre el cuerpo-viviente-Tierra comparte los mismos ejes de explotación, expolio y robo que el naturalizado, socio-históricamente, sobre el cuerpo-mujer y cuerpos que cuidan de otros cuerpos? ¿La naturalización del extractivismo pertrechado sobre los cuerpos que cuidan refuerza el expolio sobre el cuerpo-viviente-tierra? ¿Podemos cuestionar que la herida climática generada por el sistema blanco-pater-turbo-extractivista la tenga que restaurar el cuerpo-histórico-mujer? ¿Lo “natural” es que los cuerpos socio-históricamente oprimidos restauren el daño hecho por un sistema que abusa de las fuerzas vivas en muchas direcciones?.

 

Ambas, Fong Prosper y yo, hemos ahondado en este proceso de articulación de las fuerzas reproductivas desde la politización de los fluidos que posibilitan que lo vivo continúe, posibilitando lo vivo, desde ejes hidrofeministas -como práctica abierta teórico-visual no-ortodoxa- para con ello desmantelar lógicas macho-logo-andro-centristas que normalizan los extractivismos sobre nuestros cuerpos, en varios seminarios, aquí en Tenerife en el TEA en colaboración con el Aula de Cultura de pensamiento artístico contemporáneo de la Facultad Bellas Artes Universidad La Laguna ULL titulado “Hidrofeminismos: politizando los fluidos que posibilitan lo vivo” dentro del ciclo “Pistas emancipatorias para futuros vivibles” (2023) o el pasado febrero (2023) dentro del programa público en el MAC – Museo Arte Contemporáneo Panamá con el seminario “Cuidados, paisajes y cuerpos viviente. Hacia un hidrofeminismo como territorio donde se aúna la interdependencia entre las distintas fuerzas” sobre nuevas lecturas hidrofeministas las cuales articulan la trama de interdependencias entre los líquidos y fluidos que posibilitan la vida de los cuerpos-animales-humanos, cuerpos-con-posibilidad-de-gestar, cuerpos-menstruantes, cuerpos animales-humanos no-menstruantes y cuerpos animales no-humanos, respecto a los fluidos, líquidos y fuerzas vivas que habitan en el cuerpo-viviente-Tierra, posibilitadoras de los procesos cíclicos y vivientes.

 

Tales prácticas artísticas –Natalia Iguiñiz, Paloma Calle y Laura Fong- son ejercicos para desemontar lo que entendemos como maternidad-normativa-como-práctica-única, entendida conjunto de prácticas panoptizadas que someten a las prácticas maternas dentro de un contracto identitario marcado por la psico-esclavitud, sujeto a los deseos, neurosis, horizontes y manejos del proyecto-pater-estado. Se trata de un constructo cincelado durante los procesos disciplinarios propios de los estados fascistas en los que se situaban las prácticas maternas como mano de obra reproductiva forzada y gratuita, devaluando al cuerpo-histórico-mujer como cuerpo en condición de no-ser o condición deshumanizante.

 

En un futuro ficticio ¿cómo imaginas la relación entre cuidados y práctica artística?

Si me permito el ejercicio de fabular, pondría en práctica un paquete para sostener la crianza, un paquete político. Por una parte, activaría toda la responsabilidad público-política del Estado. Habría que poner en marcha un proceso de despatriarcalización interna, hay que hacer ambas.

 

El proceso de movilización feminista implica una revisión continua. Sabemos que ser feminista es un proceso muy incomodo, porque tienes que perder lugares de comodidad, tienes que darte cuenta del privilegio, de cuando tu estás actuando de una manera que estás sometiendo a otras, es un proceso incomodo.

 

Tienes que perder también unos escenarios masculinos donde hay poder o ganancia económica

Pero no sólo cuestiones económicas, también pertenencia al clan. También se maneja así, si estás dentro o estás fuera. El propio proceso de despatriarcalización muchas veces implica salirte de un clan y ser expulsada de esa pertenencia y construirte tu, tu propia pertenencia, anclarte en un sitio. Salirte de la estructura del pater familias y del macho blanco colono, no es fácil, porque también tiene unos lugares que son muy cómodos. 

 

Este es un proceso continuo que no es fácil, pero que vamos haciendo, pero yo hay muchos momentos en los que paro. Momentos en los que digo: hasta aquí, esta parte de aquí no la puedo desarticular. Hay dos momentos en estos diez años, que luego leyendo a Judith Butler y hablando con las psicólogas perinatales, lo he entendido: cómo la psique tiende a protegerse y también hay un núcleo identitario fundacional, como si fuera una piedra preciosa básica, donde muchas veces, si entramos a desmontar algo ahi,  después de quitar capas y capas hasta llegar a ese núcleo identitario fundacional la sensación cuando tocas ese núcleo identitario es de muerte psíquica. Muchas veces la desarticulación identitaria es un proceso muy complejo. Y la desarticulación feminista que implica ir desmontando dónde tu te has apoyado para sentirte un oco calentita, un poco fuerte, es un proceso complejo. A mi me ha pasado, que he llegado a este núcleo en varias ocasiones y… esto no lo puedo desmontar, esto no lo quiero desmontar. Butler me tranquilizó, en algo me tenía que apoyar.

 

No puedes desaparecer, necesitas algo en lo que apoyarte

Claro, tus anclajes biográficos, tu vivencia, tu singularidad. Que es el pensamiento situado, dónde tu has vivenciado. Porque igual para ti, ver la salida de la Virgen de la iglesia te parece una cosa totalmente fascista y, para mi, que soy de un pueblo de Murcia es toda una construcción familiar y está desposeída de toda la carga católica y es un acto comunitario.

 

Qué le pediría al Estado? Le pediría prestaciones por criatura a cargo, sujetas a renta, un paquete de acceso a la vivienda a los cuerpos maternos, a las madres, a una vivienda no precarizada. Todos los servicios públicos serían gratuitos, actividades sociales, culturales, comunitarias, escuelas de idiomas… Favorecería que todas las niñas y niñes puedan tener acceso a los recursos culturales y lingüísticos públicos. Pondría en marcha un programa de bienestar psicológico perinatal, de los 0 a los 2. Me quitaría de encima la preparación al parto como la conocemos, seguiría habiendo una preparación, para que las psicólogas perinatales te expliquen que se va a activar el proceso de transparencia psíquica, qué significa eso, que te van a salir todos los traumas no resueltos una vez que llega el bebe. En definitiva, que te expliquen todo lo que pasa. Pondría en marcha un programa público para entender qué pasa en la psique del cuerpo gestante. 

 

En AeC hemos pasado durante los diferentes temas a considerar que el tema no es sólo la crianza, es el cuidado. Por ejemplo, al final de la vida, cuando te tienen que cuidar y es un cuidado que, igual que en la crianza, asumen las mujeres. Son situaciones atravesadas por elementos comunes. Ahora, cuando establecemos protocolos para recibir artistas y dar una bolsa de producción, también tienen que poder ser para esa persona que cuida a una persona mayor.

Es que una vez que te pones a cuidar te das cuenta de lo que es la organización-mundo, la organización para sostener la vida. Yo antes de la crianza no lo sabía, podía tener intuiciones, pero no sabía que el sistema de organización se basa en que se prioriza y se apuntala a los cuerpos productivos. Al blanco-cuerpo-productivo, al que se tienen que asemejar el resto de cuerpos, a sus deseos, a sus expectativas a su cosmo-mundo. Así que vamos todas detrás con la lengua fuera, intentando llegar a algo que no tiene nada que ver con nosotras.

 

Frente a esto, el despliegue de mi propia fuerza reproductiva, si que me permitió darme cuenta de que la identidad que yo había asumido no era la identidad que bullía en lo que habla Butler, en el nucleo identitario fundacional. no era algo genuino, propio mio. Cuando vas investigando y vas conectando con lo propio tuyo, no se adapta mucho a esta estructura turbo-capitalista. Siempre es incómodo, porque no hay lugar, hay una construcción como muy hecha. Muy hecha para que produzcas de una manera determinada y tengas una vivencia de deseo continuo, de acumulación. Es irreal, como la fantasía del individualismo. Si para generar y sostener la vida necesitamos de la interdependencia y de las tramas de vulnerabilidad recíproca. La vida continúa porque nos escuchamos y nos apoyamos. Yo necesito personas para sostener a mis hijas.

La desjerarquización, desmantelar que lo que tiene valor es todo aquello que genera capitales acumulables en el macho-mundo, nos ayudaría a dotar de potencia epistémica todo lo propio al sostén de la vida de cuerpos dependientes.

 

Investigadora independiente sobre feminismos, reproducción social y prácticas cuturales. Fundadora de www.futuridadematernales.net

 

Yo era una especialista en arte centroamericano, hasta que en 2013 tengo a mi primera hija. Ahí tengo un quiebro interno muy fuerte, en el mundo del arte y de la curaduria me siento en una orfandad muy grande, tanto a nivel económico, como de red, de comunidad. Entonces lo que hago es utilizar todas las herramientas que había adquirido sobre investigación, escritura, a partir de mi trabajo sobre Centroamérica y volcarlas en la investigación sobre feminismos y reproducción social. Este es el lugar desde el que yo pienso la estructura que nos rodea, tanto la estructura que sostiene las maternidades, tanto como lo que sucede con los psico-cuerpos que sostienen las maternidades, u otros cuerpos que no tienen esa vinculación consanguínea con la criatura, pero que también forman parte de esa estructura de crianza. 

 

Por otro lado, yo estudié derecho, hice un máster en propiedad intelectual y trabajé durante una temporada en el grupo PRISA. Este trabajo previo tiene mucho sentido en el mundo en el que yo estoy ahora. No podría abordar los feminismos como lo abordo sin esta parte jurídica. Me ofrece una mirada sistémica, de cómo está organizado el sistema. Mientras que el mundo del arte contemporáneo te permite reflexionar muy por fuera de esas áreas delimitadas, frente a la rigidez de lo académico que mata la energía propia de un pensamiento que es urgente. Porque las nuevas luchas reproductivas, son una urgencia que está silenciada. Es una urgencia que hemos asumido, de manera socio-histórica, las mujeres, el cuerpo-histórico-mujer, de manera mayoritaria. Aunque ahora, a nivel generacional, se han incorporado otras identidades de una manera activa, consciente y continua. Pero es una urgencia en la medida en que es una herida socio-histórica que viene de muy atrás y que no está resuelta. La inercia del sistema es que siendo cuerpo-histórico-mujer, o un cuerpo con una identidad devaluada cara al macho-sistema, te coloques en un sitio de pérdida para asumir esa crianza y renuncies a la posibilidad de tener una existencia política, una existencia teórica, de movilización, activista, económica. Yo soy de las que cree que hay que negociar con el capital, que entiende que el sistema de trabajo es una dictadura, pero que a nivel estratégico tenemos que ir planeando escenarios. Un primer escenario sería empezar a negociar con el capital que el Estado le debe dinero a las crianzas. Esto se traduce en que necesitamos prestaciones por criatura a cargo universales no sujetas a renta, ya! cómo hay en media Europa. Pero puede ser que la estrategia siguiente de emancipación que desarrollemos sea desmontar la cultura falo-salarial. Desmontemos este sistema que lo único que hace es reproducir extractivismos. Pero yo si que creo que deberíamos de plantear una estrategia urgente de exigir al Estado una remuneración mínima por el trabajo que hacemos que socio-históricamente es un trabajo silenciado, relegado, devaluado, etc. Cuando es el trabajo que sostiene a las fuerzas futuras y cuando es el trabajo que va a sostener la continuidad del sistema.

 

No todas somos antinatalistas. Yo soy anti-especista y si que creo en desmontar toda la lógica androcéntrica y desmontar cualquier lógica de dominación de unos cuerpos sobre otros. Pero si que creo que las fuerzas reproductivas van a seguir sucediendo, porque forman parte de unos empujes inconscientes, porque forman parte de las profundidades de la psique, por permanecer en la vida, por continuar la vida y por continuar las fuerzas vivas.  

 

¿Qué es el Centro Hacedor de Futuridades Maternales y por qué lo pones en marcha?

Ahora en abril hace 5 años que nació el Centro Hacedor de Futuridades Maternales, en 2019. Nace porque yo llevo unos años desarrollando una serie de conversaciones con académicas, activistas, pensadoras, relacionadas con la reproducción social. Con el objetivo de poder entender mi propia vivencia materna, para poder entender lo que me esta atravesando y para poder desmantelar lo que hace el macho-sistema de la responsabilidad individual. Que no es que te lo hayas montado mal, no, es que hay un sistema que está mal montado y que cuando asumes la crianza te devalúa. Empiezo a ver una articulación muy potente hablando con otras colegas y entiendo que tenemos que volcar toda esta articulación en una plataforma pública. También para poder salir del corsé de lo académico, que muchas veces se queda ahí, en una propuesta para un congreso, donde te escuchan cinco, si les interesa para su propia producción. Yo en futuridades lo que hago es ir volcando todo lo que estamos armando, las conversaciones, las problemáticas, proyectos que están haciendo otras colegas, que abrimos un espacio para reflexionar sobre el proyecto, propias problemáticas que yo voy planteando sobre.. obligatoriedades psico-afectivas, sobre favores sexuales, etc. Todas las problemáticas de las que vamos hablando, en esta dinámica de los feminismos que no son solo pensamiento político, ni artístico, ni jurídico, sino que es una movilización de capas de pensamiento que se van entrelazando y ensamblando para generar un cambio social. Lo interesante es que sirve tanto el pensamiento artístico, las prácticas artísticas, como mis alianzas con Paloma Calle que presentó en futuridades los ejercicios 1 y 2 de su serie gravedad, y yo hago una reflexión sobre eso. Pero luego, lo de Paloma Calle me lo llevo a comentarlo con una psicóloga perinatal. Lo que me interesa del Centro es que , aunque yo parto del pensamiento jurídico y artístico o el pensamiento de investigación curatorial, me interesa mucho que trascendamos esos cajones estancos para que vayamos generando un pensamiento político de movilización real, efectivo. Una cosa muy bestia que me ha dado la maternidad es que sólo hago cosas que sienta que sirven para algo, pongo mis fuerzas en lo que yo creo que la canalización de fuerzas que estamos haciendo va a poder tener una utilidad. No me interesa la endogamía teórica o académica, ni la falo-acumulación de capital simbólico para una. 

 

Hay unas pautas del turbo-capitalismo que establece que es lo que tienes que hacer para acumular capital y para poder posicionarte tu también como marca. Eso sucede mucho en el mundo del arte, donde hay una capitalización del trabajo como marca, hay una trama muy potente y yo decidí que no quería participar en eso. No quería naturalizar el utilitarismo brutal de la industria del arte donde todo te tiene que servir para algo, para acumulación de capitales. 

 

En futuridades maternales he querido establecer esas alianzas entre lenguajes distintos: el jurídico (por ejemplo nuestro trabajo con abogadas para desmontar la estructura del pater familia dentro del código civil) , la práctica artística, la teórica feminista, la de psiquiatria y psicologia pernatal, que para mi es muy importante, la arquitectónica, etc. Hemos ido abriendo líneas que son infinitas. 

 

Una de tus líneas de trabajo es la investigación sobre cómo las fuerzas reproductivas pueden convertirse en fuerzas emancipatorias. ¿Podrías señalar algunas de esas posibilidades?

Es algo que sostenemos día a día en cuanto que las fuerzas reproductivas, a un alto porcentaje de los cuerpos sostenedores y es que, al ser expulsada del sistema, lo que te permiten las fuerzas reproductivas es que puedas ser una observadora privilegiada del sistema extractivista que has naturalizado previamente. Yo, por ejemplo, de lo que me dí cuenta era de que había sido una niña buena, que había estudiado derecho y que me había macho-adaptado a unas lógicas que me correspondían por género, clase, raza,  y había naturalizado unas lógicas y unas dinámicas y en esa naturalización, quién era yo estaba arrinconado en una esquinita de mi ser. La posibilidad emancipadora que me dió el despliegue de mi fuerza reproductiva fue que al ser expulsada de los procesos de macho-adaptación porque no quiero asumir un proceso de crianza como dicta el turbo-capitalismo, sino que me paro y me quiero quedar con mi criatura y quiero entender qué es lo que está pasando y me voy a vivir al pueblo de mi abuela, una aldea de 1000 habitantes en Murcia, y poder entender qué está sucediendo, todo ese proceso, me expulsa de esas lógicas de macho-adaptación. Yo pensaba que era una mujer emancipada, pero cuando sostengo a Camila, en ese quiebro interno, me doy cuenta de que el hecho de poder sostener a una criatura que depende de mi cuerpo para su continuidad, me permite la reflexión de cómo se organiza la vida cuando no estás dentro de esa estructura de macho-adaptación. Si no produces, dónde te coloca el sistema? Pero si no produces, dentro de qué lógica? Traer a una persona al mundo que en el futuro va a ser quien te va a operar a ti el aneurisma que te va a dar cuando tengas 90 años… 

 

La construcción que hay en lo público, en lo político… el imaginario de las fuerzas reproductivas, no es una construcción emancipadora, sino que es de sometimiento absoluto y de pérdida. Es normal que las feministas de la igualdad digan “olvidaros de lo reproductivo, al trabajo”. Para que las fuerzas productivas sean fuerzas emancipadoras es necesario hacer un trabajo continuo para articular esa emancipación. De articular que criar puede llevarte a la emancipación. Pero esto es un proceso que tenemos que estamos haciendo ahora, a nivel generacional, a nivel sistémico, desde la explosión de ese 8M en Chile, que lo llamamos la mutación-genética-feminista en 2020, con 2 millones de personas en la calle. Ese proceso de articulación para que las fuerzas productivas sean emancipadoras es una práctica diaria que tenemos que ir sosteniendo para desactivar lo que se ha ido sosteniendo como fuerzas reproductivas devaluadas y nosotras poder construir y vivenciar políticamente que sostener puede ser una práctica emancipadora. Lo que está construido a hierro, que le interesó a la dictadura, fue la confiscación total de las fuerzas reproductivas. El Estado-Nación franquista confisca, crea una construcción identitaria de madre totalmente psico-esclava, sometida a la estructura del pater, que tiene que tener muchas criaturas. Es lo que llamamos mano de obra reproductiva. Ahí las fuerzas reproductivas están canalizadas para seguir reproduciendo esa lógica franquista de generar cuerpos, más cuerpos, que sostengan al Estado Nación franquista. En la dictadura, la construcción de madre, por eso pesa tanto y duele tanto, es una construcción donde se asume ser psico-esclava doméstica, sexual, económica, afectiva, etc. La mayoría de nuestras abuelas lo fueron, de una manera totalmente naturalizada. 

 

Para que hoy día podamos vivenciar las fuerzas reproductivas como fuerzas emancipadoras, tenemos que desmontar todas esas reliquias fascistas que hay en la psique. En el momento en el que empiezas a sostener a una criatura, empiezas a negociar con un montón de límites, con un montón de memorias acumuladas del imaginario colectivo, miedos…. que tienen que ver con esa construcción que ha habido de las fuerzas reproductivas como fuerzas confiscadas por la dictadura. 

 

¿Crees que las instituciones culturales están en condiciones de fomentar esas fuerzas emancipadoras? ¿qué pasos deberían de dar?

Lo que propongo, a partir del proyecto “Revelar lo inasumible. Lo reproductivo como devaluación” del Museo Reina Sofía, es que en el pacto social hay una naturaleza asumida de la devaluación de todo lo que tiene que ver con sostener a personas dependientes. Todo lo que tiene que ver con cuerpos dependientes tiene una devaluación sistémica. Esta devaluación parte de que la organización social está estructurada a partir de una obediencia soterrada (que ya no es velada, porque en el código civil sigue apareciendo el pater familias como sinónimo de equidad, justicia y buen hacer) al pater familias. Esta estructura que forma parte del pacto social se vuelca y se reproduce dentro de la institución cultural. Dentro de la institución vemos que todo lo que tiene que ver con educación, escuelas, con mayores, diversidades… tienen un lugar anecdótico o super utilitarista para efecto mediático. Pero en realidad quienes mandan son los departamentos que generan capital, que son publicaciones, exposiciones y pensamiento. Un pensamiento que es macho-pensamiento, que esta dentro de la lógica de acumulación académica. El área de educación que se vive un poco como la cocina del museo es tratada de igual manera que se trata el espacio doméstico: en el pacto social es un espacio que está exento de responsabilidad pública. Es decir, en el espacio doméstico hasta hace muy poco, tu podías tener en regimen de semi-esclavitud a una trabajadora doméstica procedente de Tegucigalpa. Hasta septiembre de 2022 no se aprueba la última ley de trabajo doméstico que regula muchos de estos elementos. En revelar lo inasumible, lo que yo propongo es que la institución cultural tienen que hacer un proceso de auto-indagación para identificar dónde pone la legitimidad y cuáles son los departamentos a los que se les presta fuerzas y dinero (que son los departamentos de fácil traducción dentro de las lógicas del sistema capitalista). Qué pasa con educación, qué pasa con los cuerpos que cuidan de otros cuerpos, con las escuelas, con la diversidad, con las personas que están en las cárceles, con lo no reproductivo…. Todo ese contacto y esa interlocución con esa tipología de identidades, la recoge el departamento de educación. Mi propuesta comienza por intentar entender dónde y por qué se están colocando los capitales. Una institución pública, que tiene que ser una institución productora de pensamiento crítico y productora de generar alternativas a este sistema extractivista, sala de esas inercias. 

 

Claro, eso supondría revertir todo un sistema de lógicas, porque la administración también debería de ser un sitio que cuide. Como dice Santiago Alba Rico en Ser o no ser un cuerpo, hemos asumido que la administración es esa cosa que decide por mí, que no tiene nada que ver conmigo, cuando debería de ser todo lo contrario. Debería de ser un sitio que te cuida, donde te sientes acogida, un sitio que es cercano.

 

Si, debería de ser un sitio que al estar sostenido por dinero público, que tiene una función de amortiguador social, debería de no obedecer a las mismas lógicas que una empresa al uso, que toma decisiones en función de que pueda seguir acumulando capitales.

 

¿Qué lugar juega en esa transformación el considerar la economía de la pérdida?

Es un concepto que articula Maite Garbayo (referencia) que señala que, a partir de su experiencia, cuando se convierte en un cuerpo materno, se halla en un lugar continuo de pérdida. De pérdida política, cultural, intelectual, física, económica. Es una pérdida que parece no tener fin. A la vez es una sensación de pérdida que negocia con una cantidad de trabajo descomunal que tienes que ir asumiendo. Son direcciones antagónicas, entro en una deriva de pérdida y a la vez estoy remando y remando, mucho más que antes de estar en la crianza. 

 

Pensar desde la economía de la pérdida nos puede dar la pista de todo lo que se va quedando por el camino una vez que asumes la crianza. La vivencia de la economía de pérdida, de cuando empiezas a sostener y empiezas a perder,… como si unas fuerzas te empujaran hacia atrás, mientras que haces mucho esfuerzo, mucho más del que hacías antes. Es una pista interesante para que la institución pueda ver todo lo que ese cuerpo empieza a perder y que dicha institución tendría que activar la imaginación política para que esa pérdida no se active de manera descabellada. Según el INE, en 2019, el 40% de los cuerpos maternos, de los cuerpos sostenedores, van a desarrollar un trastorno mental medicalizado. Esto es una urgencia social. Es necesario resolver esta emergencia histórica sobre el cuerpo de las mujeres. Es necesario resolver el extractivismo que hay sobre las mujeres desde hace siglos. Tenemos que ver, hoy, cuales son las medidas políticas para que podamos vivenciar criar sin entrar en esclavitudes, pobrezas o enfermedades. Se está haciendo una investigación en el campo de la psiquiatría perinatal, que dice que durante la primera crianza, los primeros siete años se activan enfermedades autoinmunes, procesos oncológicos, además de los trastornos elementales. Tenemos que estar sanas, sostenidas y remuneradas. Pero que pasa, que como lo llevamos haciendo desde hace siglos, mis abuelas, por ejemplo han sido esclavas psico-afectivas,sexuales y domésticas, no es urgente?  Tenemos que resolver por qué entrar a ser un cuerpo materno empieza a generar una economía de la pérdida y nuevas pobrezas.

 

Todo esto por exigir el presente, sin hablar de la reparación

Esta cuestión de la restauración es fundamental. Además, existe todo un proceso de domesticación para desactivar a las identidades devaluadas en cuanto a la exigencia de reparación. No nos podemos enfadar, no podemos gritar, no podemos molestar… Asumes el daño, lo tienes que asumir en silencio y la reparación la tienes que exigir en los canales del macho-mundo, en la casa del amo como diría Audre Lorde. 

 

Habitualmente se piensa la crianza, el cuidado, la maternidad como la interrupción de la carrera artística, como un problema. Pareciera que creatividad y cuidados están absolutamente desvinculados. Tu planteas que existen modos de hacer conformados a través de “prácticas maternas no macho adaptadas” que pueden convertirse en fuentes de creación epistémicas o que las maternidades dislocan. ¿Qué alteración pueden suponer respecto a esa fisura entre creación artística y cuidado?

Cuando hablo de procesos de macho-adaptación me refiero a procesos identitarios sujetos a exigencias productivistas o utilitarias basada en la legitimidad de extractivismo de las fuerzas vitales de unos cuerpos sobre otro si con ello se sigue reproduciendo la acumulación de capitales (económicos, socioculturales, políticos, logítico-matérico-alimenticios, psico-afectivos, afectivo-sexuales, etc.) basados en la performatividad de auto-asimilarse desde un cuerpo-universal-blanco-moderno que no enferma, ni va a enfermar. Este cuerpo tampoco vive en red de interdependencia respecto a otros cuerpos ni se asimila como cuerpo finito que va a morir, como cuerpo responsable de generar condiciones vivibles a cuerpos descendientes o cuerpos necesitados de cuidados para su desarrollo digno en el plantea Tierra, desde ejes no-consanguíneos. Es una ficción identitaria que niega la legitimad política a través de estrategias de devaluación epidémica como parte de las exclusiones generadas por la macho-episteme de los psico-bio-procesos o corpo-afectaciones, y procesos de psico-bio-tránsito, que atraviesan a los cuerpos que asumen los procesos reproductivos como cuerpos menstruantes.

 

Asimilarnos fuera de las macho-adaptaciones en las que hemos sido socializadas supondría poder dejar de organizar la vida -y las distintas prácticas vitales que la integran- fuera de la polarización, del binarismo simplista, que hemos asumido como “natural” de trabajos reproductivos o de sostén de la vida versus trabajos productivos (que generan capitales a ojos del macho-mundo, ya que este niega como capitales todo lo que tiene que ver con el sostén de las vidas, y con el despligue de las fuerzas vivas), cuando esta separación es el resultado de una acumulación socio-histórica desde las lógicas del macho-cuerpo, desde una lógica excluyente. No desde un pacto-social fruto de las decisiones, deseos, horizontes, práscticas y expectativas del “Cuerpo-histórico-mujer” (entendido este como un constructo identitario a partir de unas asignaciones/atribuciones devaluadas históricamente desde la división sexual del trabajo sujeto a la negación de identidades diversas, potencias y posibilidades de los cuerpos distintos al falo-cuerpo o cuerpo-comunidad masculino que induce a la pérdida de poder neuro-físico y político y a la obligatoriedad naturalizada de los trabajos de cuidado hacia otros cuerpos).

 

Mi propuesta es articular un proceso vital, una manera de habitar nuestro tránsito por este planeta, que incluya lo productivo, y el sotén de la vida en un mismo nivel de prioridad, saliendo de las narraciones del feminismo de la igualdad, pero unas nuevas lógicas que desjerarquicen la organización que tenemos ahora, donde todo lo que tiene que ver con la vida, el sostén de la vida, y el sotén de cuerpos dependidentes a nuestros cuerpos, habite en un lugar devaluado, negada, excluído, y según el INE, en un 84% asumido por el cuerpo-histórico-mujer en condiciones de psico-esclavitudes y pobrezas contemporáneas.

 

La desjerarquización, desmantelar que lo que tiene valor es todo aquello que genera capitales acumulable en el macho-mundo, nos ayudaría a dotar de potencia epistémica todo lo propio al sostén de la vida de cuerpos dependientes. Tenemos pendiente un ejercicio de cambio de paradigma de lo que significa soster la vida en condiciones vivibles o condiciones dignas, porque ahora vivimos todavía dentro de un aparateje psíquico desde una profunda coloniación interna reforzada durante el franquismo, donde hemos naturalizado que soster la vida es sinónimo de encierro, exclusión o nuevas pobrezas. Tenemos que aspirar a reorganizar articular nuevas tramas dentro del psico-pacto-social, del cuerpo-social de una manera mucho más radical de lo que estamos haciendo, y poder decirle al macho-mundo cuales son realmente nuestras prioridades, como sujetos políticos que devenimos de un anclaje como identidades devaluadas siendo cuerpo-histórico-mujer.

 

¿Podrías hablarnos de algunas prácticas artísticas concretas en las que esa reconsideración de las fuerzas reproductivas se esté planteando de un modo especialmente relevante?

La artista y docente, Natalia Iguiñiz (Lima, 1973) -colega, amiga y compañera de luchas- está generando desde hace más de 20 años un nuevo-materno-imaginario (lo que ya decía Luce Irigaray en los setenta para salir de la trama falogo-céntrica) donde resignifica el proceso de soster, criar a sus wawas, todo lo propio a lo materno: desde la legitimación de las fuerzas reproductivas como fuerzas emancipadoras, como fuerzas que te permiten desarmar los procesos de  macho-adaptación, y salir de todo el proceso de domesticación en el que hemos sido formateadas como cuerpo-mujer. 

 

Iguiñiz venía ya con un acumulado de reflexión y práctica artística sobre unos ejes y problemáticas que no interesaban en los circuitos del arte contemporáneo. No tenía espacio como episteme legítima pero insistió. La cosa estaba más en seguir o adaptarte a los macho-discursos conceptualistas a todo tren, y en ese pensar desde/para un cuerpo universal, neutro, ficticio que no cuida de nada ni de nadie. Que vive como cuerpo que no va a morir. Ni enfermar. Como un cuerpo que no se tiene que responsabilizar de generara condiciones vivibles para otros cuerpos, y mucho menos asumir la responsabilidad de cuerpos dependientes al suyo. Iguiñiz se paró e insistió. Comenzó a generar un lenguaje sobre todo lo que iba atravesando su cuerpo materno. Todo lo que el proceso de maternal le estaba revelando. Entendió que el cuerpo materno era un síntoma de un sistema opresor que le da una vuelta de tuerca a la jaula normativa una ver aparecía la maternidad. La recrudecía. Confirmó que lo de transformarte en un cuerpo -como puerta de entrada en el planeta Tierra de otros cuerpos- te metía en la cavernas de este macho-blanco-hetero-patersistema. En especial recomiendo de su práctica la serie La Otra (2001) o “Pequeñas historias de maternidad 1, 2 y 3 (2005/2015).

 

En el seminario “Nuevas luchas reproductivas. Tramas para el desprendimiento de extractivismos vitales normalizados” (abril, 2023) donde se cruzaba el trabajo de Paloma Calle (Madrid), Natalia Iguiñiz (Lima) y Futuridades Maternales (Madrid), dentro del ciclo “Cartografías del Arte Contemporáneo”, producido por el Aula de Pensamiento Artístico Contemporáneo de la Universidad de la Laguna con el patrocinio del Cabildo de Tenerife, también planteábamos cómo las fuerzas reproductivas, a cada una desde una experiencia situada, había movilizado todo un proceso de recolocación interna, y de asimilación de todas las cadenas normativas que nos habíamos tragado, naturalizado, como si fuesen parte de algo identitario, hasta de algo deseable (esto lo tienen mucho los macho-procesos que hay generado toda una psico-estructura del deseo colonizado, donde ya no sabes ni qué deseas ni por qué).

 

Otras prácticas artísticas que recomiendo son los ejercicios de vídeo de Laura Fong  Prosper, Mater (2020) o Vida (2020) en colaboración con Ela Spalding o la maravillosa pieza “Guardianas del agua” (2023). Aquí las fuerzas repructivas plantean preguntas, que podemos insertar dentro de los hidrofeminismos, tales como: ¿Se puede politizar y entrelazar la sangre, leche de animales-humanos y animales no-humanos, aguas intracelulares, líquidos embrióticos, flujos menstruantes, acuaciones, eyaculaciones, flujos vaginales, agua, lava y savia (fluido o líquido transportado por los tejidos de conducción de las plantas)? ¿El extractivismo sobre el cuerpo-viviente-Tierra comparte los mismos ejes de explotación, expolio y robo que el naturalizado, socio-históricamente, sobre el cuerpo-mujer y cuerpos que cuidan de otros cuerpos? ¿La naturalización del extractivismo pertrechado sobre los cuerpos que cuidan refuerza el expolio sobre el cuerpo-viviente-tierra? ¿Podemos cuestionar que la herida climática generada por el sistema blanco-pater-turbo-extractivista la tenga que restaurar el cuerpo-histórico-mujer? ¿Lo “natural” es que los cuerpos socio-históricamente oprimidos restauren el daño hecho por un sistema que abusa de las fuerzas vivas en muchas direcciones?.

 

Ambas, Fong Prosper y yo, hemos ahondado en este proceso de articulación de las fuerzas reproductivas desde la politización de los fluidos que posibilitan que lo vivo continúe, posibilitando lo vivo, desde ejes hidrofeministas -como práctica abierta teórico-visual no-ortodoxa- para con ello desmantelar lógicas macho-logo-andro-centristas que normalizan los extractivismos sobre nuestros cuerpos, en varios seminarios, aquí en Tenerife en el TEA en colaboración con el Aula de Cultura de pensamiento artístico contemporáneo de la Facultad Bellas Artes Universidad La Laguna ULL titulado “Hidrofeminismos: politizando los fluidos que posibilitan lo vivo” dentro del ciclo “Pistas emancipatorias para futuros vivibles” (2023) o el pasado febrero (2023) dentro del programa público en el MAC – Museo Arte Contemporáneo Panamá con el seminario “Cuidados, paisajes y cuerpos viviente. Hacia un hidrofeminismo como territorio donde se aúna la interdependencia entre las distintas fuerzas” sobre nuevas lecturas hidrofeministas las cuales articulan la trama de interdependencias entre los líquidos y fluidos que posibilitan la vida de los cuerpos-animales-humanos, cuerpos-con-posibilidad-de-gestar, cuerpos-menstruantes, cuerpos animales-humanos no-menstruantes y cuerpos animales no-humanos, respecto a los fluidos, líquidos y fuerzas vivas que habitan en el cuerpo-viviente-Tierra, posibilitadoras de los procesos cíclicos y vivientes.

 

Tales prácticas artísticas –Natalia Iguiñiz, Paloma Calle y Laura Fong- son ejercicos para desemontar lo que entendemos como maternidad-normativa-como-práctica-única, entendida conjunto de prácticas panoptizadas que someten a las prácticas maternas dentro de un contracto identitario marcado por la psico-esclavitud, sujeto a los deseos, neurosis, horizontes y manejos del proyecto-pater-estado. Se trata de un constructo cincelado durante los procesos disciplinarios propios de los estados fascistas en los que se situaban las prácticas maternas como mano de obra reproductiva forzada y gratuita, devaluando al cuerpo-histórico-mujer como cuerpo en condición de no-ser o condición deshumanizante.

 

En un futuro ficticio ¿cómo imaginas la relación entre cuidados y práctica artística?

Si me permito el ejercicio de fabular, pondría en práctica un paquete para sostener la crianza, un paquete político. Por una parte, activaría toda la responsabilidad público-política del Estado. Habría que poner en marcha un proceso de despatriarcalización interna, hay que hacer ambas.

 

El proceso de movilización feminista implica una revisión continua. Sabemos que ser feminista es un proceso muy incomodo, porque tienes que perder lugares de comodidad, tienes que darte cuenta del privilegio, de cuando tu estás actuando de una manera que estás sometiendo a otras, es un proceso incomodo.

 

Tienes que perder también unos escenarios masculinos donde hay poder o ganancia económica

Pero no sólo cuestiones económicas, también pertenencia al clan. También se maneja así, si estás dentro o estás fuera. El propio proceso de despatriarcalización muchas veces implica salirte de un clan y ser expulsada de esa pertenencia y construirte tu, tu propia pertenencia, anclarte en un sitio. Salirte de la estructura del pater familias y del macho blanco colono, no es fácil, porque también tiene unos lugares que son muy cómodos. 

 

Este es un proceso continuo que no es fácil, pero que vamos haciendo, pero yo hay muchos momentos en los que paro. Momentos en los que digo: hasta aquí, esta parte de aquí no la puedo desarticular. Hay dos momentos en estos diez años, que luego leyendo a Judith Butler y hablando con las psicólogas perinatales, lo he entendido: cómo la psique tiende a protegerse y también hay un núcleo identitario fundacional, como si fuera una piedra preciosa básica, donde muchas veces, si entramos a desmontar algo ahi,  después de quitar capas y capas hasta llegar a ese núcleo identitario fundacional la sensación cuando tocas ese núcleo identitario es de muerte psíquica. Muchas veces la desarticulación identitaria es un proceso muy complejo. Y la desarticulación feminista que implica ir desmontando dónde tu te has apoyado para sentirte un oco calentita, un poco fuerte, es un proceso complejo. A mi me ha pasado, que he llegado a este núcleo en varias ocasiones y… esto no lo puedo desmontar, esto no lo quiero desmontar. Butler me tranquilizó, en algo me tenía que apoyar.

 

No puedes desaparecer, necesitas algo en lo que apoyarte

Claro, tus anclajes biográficos, tu vivencia, tu singularidad. Que es el pensamiento situado, dónde tu has vivenciado. Porque igual para ti, ver la salida de la Virgen de la iglesia te parece una cosa totalmente fascista y, para mi, que soy de un pueblo de Murcia es toda una construcción familiar y está desposeída de toda la carga católica y es un acto comunitario.

 

Qué le pediría al Estado? Le pediría prestaciones por criatura a cargo, sujetas a renta, un paquete de acceso a la vivienda a los cuerpos maternos, a las madres, a una vivienda no precarizada. Todos los servicios públicos serían gratuitos, actividades sociales, culturales, comunitarias, escuelas de idiomas… Favorecería que todas las niñas y niñes puedan tener acceso a los recursos culturales y lingüísticos públicos. Pondría en marcha un programa de bienestar psicológico perinatal, de los 0 a los 2. Me quitaría de encima la preparación al parto como la conocemos, seguiría habiendo una preparación, para que las psicólogas perinatales te expliquen que se va a activar el proceso de transparencia psíquica, qué significa eso, que te van a salir todos los traumas no resueltos una vez que llega el bebe. En definitiva, que te expliquen todo lo que pasa. Pondría en marcha un programa público para entender qué pasa en la psique del cuerpo gestante. 

 

En AeC hemos pasado durante los diferentes temas a considerar que el tema no es sólo la crianza, es el cuidado. Por ejemplo, al final de la vida, cuando te tienen que cuidar y es un cuidado que, igual que en la crianza, asumen las mujeres. Son situaciones atravesadas por elementos comunes. Ahora, cuando establecemos protocolos para recibir artistas y dar una bolsa de producción, también tienen que poder ser para esa persona que cuida a una persona mayor.

Es que una vez que te pones a cuidar te das cuenta de lo que es la organización-mundo, la organización para sostener la vida. Yo antes de la crianza no lo sabía, podía tener intuiciones, pero no sabía que el sistema de organización se basa en que se prioriza y se apuntala a los cuerpos productivos. Al blanco-cuerpo-productivo, al que se tienen que asemejar el resto de cuerpos, a sus deseos, a sus expectativas a su cosmo-mundo. Así que vamos todas detrás con la lengua fuera, intentando llegar a algo que no tiene nada que ver con nosotras.

 

Frente a esto, el despliegue de mi propia fuerza reproductiva, si que me permitió darme cuenta de que la identidad que yo había asumido no era la identidad que bullía en lo que habla Butler, en el nucleo identitario fundacional. no era algo genuino, propio mio. Cuando vas investigando y vas conectando con lo propio tuyo, no se adapta mucho a esta estructura turbo-capitalista. Siempre es incómodo, porque no hay lugar, hay una construcción como muy hecha. Muy hecha para que produzcas de una manera determinada y tengas una vivencia de deseo continuo, de acumulación. Es irreal, como la fantasía del individualismo. Si para generar y sostener la vida necesitamos de la interdependencia y de las tramas de vulnerabilidad recíproca. La vida continúa porque nos escuchamos y nos apoyamos. Yo necesito personas para sostener a mis hijas.

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